Cuánto tiempo bastaba entre el movimiento de esa mano y la rendición del mundo
Apostamos ciertos detalles de la infancia que vamos repitiendo a lo largo de los años
Pero en que todo no es más que un truco de magia
Mirar a la mano que alzas al viento para con la otra escaparte a los desiertos
Una tarde en ningún sitio o el viento altísimo que gestiona el presente.
Señalo los acordes que debería tener esta época
Pero estoy presente en todas a la vez
con la humildad
que tienen los ausentes
a los que únicos que fuimos fieles
a los únicos a los que rendimos y merecen cuentas.
(me has escrito varias cartas últimamente preguntando porqué no escribo, porque ya no entro en la cocina a sentarme contra la meridiana a mirar el mundo y pregunta escribiendo. No sabría qué decirte. ((anoto esto en la ceniza del paladar: los qués duelen mucho en los codos cuando se piensan, los porqués en las nuncas)) Puede que haya escrito ya para varias vidas sentidas y que no sepa más que decir, pueda que he sentido tanto miedo, tanta belleza, tanto deseo, tanta rabia y tanta violencia solo en uno que comprenda que las palabras son sólo una ilusión. O puede -es lo más probable- que me esté haciendo viejo y que haya notado esto que golpea aquí dentro, lo efímero y lo inmutable, y que renuncie a dar más explicaciones y prefiera anudarme las vísceras, comerme las postillas y mirar incierto y ausente, y con belleza infinita, esta luz dorada, este semblante altísimo de las estrellas donde solo aspiro a la eternidad)
Artemio Rulán. La enfermedad de Artemio Rulán
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