Tulpan es el nombre de una muchacha y de una flor. Y la historia de un marinero con las orejas grandes y demasiado desabrochadas que tiene el sueño de hacerse pastor. Y que lleva su sueño, como los marineros kajos, dibujado en el cuello de su uniforme de marinero. Y el sueño es vivir en una yurta y tener camellos y un rebaño de ovejas y dormir bajo un cielo de estrellas con esa muchacha y con esa flor lo que le quede de vida.
En el Festival, el director presentaba la película ironizando sobre el no-uso en las escenas de ningún tipo de efecto especial ni de imaginería electrónica. Todo era real. "Todo lo que van a ver es real". El mundo real de los que viven ahí fuera. De los que mayoritariamente viven en el mundo.
Tulpan es una historia de un niño que galopa la estepa en un caballo imaginario, de niñas que se rebelan contra el mundo cantando canciones inagotables y de niños enganchados a la radio para cambiar el curso de los días. De una mujer que llora por su hermano y que llorando por él también llora por ella. De hombres de tierra. De nacimientos y de despedidas. De familias que viajan siguiendo rebaños y pastos y las direcciones del viento y que abandonan tierras siguiendo el camino que ya contaba Zagajewski hablando de otros hombres y mujeres iguales. Hermanos también, contemporáneos, recostados tomando el té y comiendo el pan de nuestros hermanos saharauis treinta años en el exilio.
(Ahora que tenemos años y nos hemos hecho impermeables y nos han robado la navidad menos mal que todavía nos queda cine y cine para seguir emocionándonos y soñando).
En el Festival, el director presentaba la película ironizando sobre el no-uso en las escenas de ningún tipo de efecto especial ni de imaginería electrónica. Todo era real. "Todo lo que van a ver es real". El mundo real de los que viven ahí fuera. De los que mayoritariamente viven en el mundo.
Tulpan es una historia de un niño que galopa la estepa en un caballo imaginario, de niñas que se rebelan contra el mundo cantando canciones inagotables y de niños enganchados a la radio para cambiar el curso de los días. De una mujer que llora por su hermano y que llorando por él también llora por ella. De hombres de tierra. De nacimientos y de despedidas. De familias que viajan siguiendo rebaños y pastos y las direcciones del viento y que abandonan tierras siguiendo el camino que ya contaba Zagajewski hablando de otros hombres y mujeres iguales. Hermanos también, contemporáneos, recostados tomando el té y comiendo el pan de nuestros hermanos saharauis treinta años en el exilio.
(Ahora que tenemos años y nos hemos hecho impermeables y nos han robado la navidad menos mal que todavía nos queda cine y cine para seguir emocionándonos y soñando).
Habría que decirle al director que aunque no quiera efectos especiales para poner en una peli el parto de una oveja no hace falta poner el parto entero. Con menos ya nos hacemos una idea. Supongo que será herencia del cine soviético.
ResponderEliminarDe todos modos es una gran historia.