

"¿Has sentido miedo alguna vez?¿te has sentido sola?¿te has sentido débil?¿has tenido que volver a recordar como se reza de nuevo o a olvidar cómo lo hacias - es lo mismo- por tener miedo y sentirte enferma, sola o débil?¿piensas que es posible sentirse así rodeada de trece millones de personas?¿y de tres millones?¿y de mil quinientas?¿has tenido ganas de decir algo sabiendo que nadie va a entenderte?¿has sentido lo que es comunicar algo y que por fin haya alguien que te haya entendido?y si lo has hecho ¿luego qué?"
Elegimos Rulán y yo Acrobats con una clara vocación de juego de palabras. Suponiendo que íbamos a encontrar a nuestros homónimos funambulistas en el laberinto de Tokio. Un presupuesto de 12.000 euros para rodar por las calles japonesas y contar tres historias de niños y niñas adultos, desorientados y torpes. La importancia de ciertas luces o el paso de ciertos acontecimientos, perderse en el metro, buscar, mirar directamente a los ojos, esperar que te digan algo y el silencio sólo o bajar al río o la importancia -otra vez de nuevo, los pensamientos en paralelo- de que a veces sólo resta ponerse en cuclillas a llorar (la mujer kazajastana de ayer, la muchacha japonesa de hoy). Las historias de tres niños desorientados y torpes con los que no se tomaron copas ni salieron de fiesta Murray ni la Johansson en Lost in translation. Nítida. Brillante. Hermosa. Una niña con los brazos en cruz encima de una bicicleta. Sólo un gesto así será el estrictamente necesario e imprescindible para despegar la tierra del cielo y colarnos por esa hendidura de luz y escapar. Y escapar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario