2 ago 2019

Autobiografía

And I know that you can't tell me 

Antony and the Johnsons 



Hay un pequeño árbol creciendo en la ladera de aquel prao,
junto al cementerio,
en el que pasamos la infancia
jugando de críos.

(Cruzábamos un riachuelo estancado de basura.
En las pendientes rellenábamos plásticos con piedras y tierra
y mientras nuestras madres y abuelas
hablaban con sus muertos -como si fueran vecinas en la cola de la panadería-
nosotros abríamos las bocas al aire
riendo inmortales y felices)

El árbol se mueve fulgurante.
Es una tarde perfecta de verano.
Lo miro sólo unos segundos antes de que abra el semáforo.
El cielo azul es el mismo de hace cuarenta años.
Yo no lo soy también.
Desconozco el tipo de árbol que es o será.
Desconozco el nombre del viento que lo agita en Agosto.
No tengo buenas palabras para describir sus hojas.
No tengo buenas palabras ni impecables oraciones
para nombrar la transparencia de la luz,
ni las diferentes tonalidades de verde,
ni la consistencia del tronco que lo sostiene.

Y pienso,
mientras arranco el coche,
que esta ha sido mi vida:
un desconocimiento absoluto de muchas cosas,
una perfecta obsesión por buscar
estos instantes de belleza.

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