1 jun 2020

Helena o el mar de verano

"Entraba de repente ya el viento del mar y restallaba la lona del toldo.
Entrando en Gijón saltábamos y alborotábamos en el carro.
Las calles de Gijón están en una sombra lila muy limpia y fresca y no hay casi nadie, porque son las calles de por la mañana llenas de olor a las algas del mar"

"Tío Arturo echaba la sidra muy bien y daba mucho gusto oír el rin-rin de la sidra contra el borde del vaso y ver el chorro amarillo, tan dorado, que brillaba a veces cuando le daba el sol, y la botella verde oscura que iba quedando cada vez más clara y transparente.
Helena se sentó a mi lado y le cogí la mano por debajo de la mesa. No la quitó y empezó a sonreírse. Yo estaba feliz, feliz hasta estallar de gozo.
En la mesa de al lado había cuatro hombres gordos y colorados tomando sidra y centollos.
-¿Fíos ya?- le preguntaron a tío Arturo.
-No, sobrinos.
(...)
Los cuatro hombres quedaron en pie frente a nosotros, se agacharon un poco, juntaron las cabezas y empezaron a cantar. Cantaban a cuatro voces, muy bien, y era una cosa triste, muy bonita:

           Si viviera el tu padre, que yera tan buenu,
           collarinos de plata llevares al cuellu....
           agora no, mio neñu, agora no;
           agora no, mio neñu, agora no...

Tío Arturo escuchaba muy atento y yo miraba a Helena que tenía lágrimas en los ojos y se apretaba contra tío Arturo como con miedo. Los cantores abrían y cerraban la boca, se hinchaban y deshinchaban, muy serios, como si estuvieran rezando, tenían los ojos perdidos como si miraran para adentro. Y uno de ellos tenía la botella de sidra y la mano y la botella temblaba. Levantaban la voz de repente:

          Agora no, agora no, mio neñu... 




Helena o el mar de verano. Julián Ayesta. Editorial Acantilado

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