18 nov 2008

Orígenes (II): saltar



El 10 de octubre me vino la imagen de la rayuela, el cascayu.
Caminamos con necesidad ciertas líneas que han de ser definidas, Previas instrucciones. Es necesario marcar, rayar bien el suelo, atinar con la piedra y conocer el orden de los números, la secuencia de los pasos y el salto, el código donde tiene que llegar la mano. No traspasar los bordes.
Pero la diferencia de saltar mal o bien, de arrancar mal o bien un espacio al aire es más complejo que un libro de instrucciones y normas. El movimiento, la separación de los brazos, los dedos girando, batiendo espumas, la inclinación de los hombros, las rodillas, el giro, la cadera inclinada, los dedos pisando y dejando de pisar. El espacio que vamos dejando en cada momento para ocupar uno nuevo.
La experiencia de saltar. Ese vértigo de viento. Salir despedidos por un no o por un sí.
Cada casilla saltada a la que ya no volveremos y de volver no volveremos igual. La oportunidad. La discreción y la levedad con la que se mueven los niños y con la que no se mueven ya ciertos cuerpos cansados. Los errores de la experiencia también. La pérdida de la inocencia. Acabar más o menos o estrellarse o convertirnos en invencibles. Perdedores o no, pero invencibles.
Y saltar, saltar, saltar.


Artemio Rulán. Cuaderno negro.


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