26 nov 2022

Hemos descubierto,
quizás un poco tarde ya,
que el mundo no es limpio ni justo.
Y siguen ganando los de siempre y los que hacen ruido 
y los que saben mover bien sus piezas.

No sabes bien la inmensa ternura que siento al verte andar:
Observando 
como doblas un poco el pie hacia dentro 
y vacila tu cadera. 
Pararía el tráfico y los tiempos para que te viesen así, 
y que esta luz pudiera ser nueva.
Y que nueva la pudiéramos ver siempre que miráramos
ahora que, 
ya vividos todos los sueños, 
parece que corremos solos hacia la muerte. 

Es cierto este espíritu mexicano de la familia: Hemos aprendido a convivir con bastante naturalidad con la muerte y algunas rutinas son bastante mágicas. 

Llevamos a diario a nuestros muertos con nosotros y mantenemos conversaciones en voz alta en sitios insospechados: pasamos, por ejemplo, buenos ratos charlando en el coche o mientras nos duchamos o paseando al atardecer. Nos contamos los afanes y los silencios, tomamos notas mentales y las intercambiamos con plena naturalidad entre un mundo y otro sin saber cuál de los dos es el verdadero. 

En la cama nos santiguamos y rezamos juntos, o aguantamos hasta treinta para quitar el hipo (depende del día y de la luna). Hacemos tristes, tan siempre tristes, nuestro peculiar inventario de haberes y recobramos nuestros recuerdos, recuerdos comunes que fugan, casi todos siempre, hacia o desde la infancia.


Artemio Rulán. La enfermedad de Artemio Rulán.

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