Contempla Rulán que el poema es una condición.
A fin de cuentas
la manera más torpe
de responder algunas preguntas.
Por ejemplo el porqué de este resquicio de nada siempre en todo y de todo siempre en nada.
Por ejemplo el porqué de esa luz en la pared tan gastada que puede ser tan hermosa y doler tanto.
Por ejemplo el porqué el recuerdo es más intenso que el presente.
Por ejemplo el porqué de lo que se ha marchado, de lo que no va a volver, de lo que inventaremos regresos, pero de lo que ya nunca va a ser igual y se nos va siempre siempre sin haberlo aprehendido lo suficiente.
Por ejemplo el porqué de este ruido continuo de fondo. O de este rayo que no cesa.
Por ejemplo el porqué de la muerte. El porqué de algunas muertes.
Por ejemplo el porqué de esta tristeza y de estas ganas de llorar o de disimular que lo que queremos es sencillamente sentarnos y llorar.
El poema es una condición. Lo que nos queda. Una herramienta, un martillo, un lápiz, una grieta o un pedazo de tierra caliente.
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