
rafa cofiño lo[a]st pictures project
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Vista de Delft
En esa ciudad
al otro lado del océano
donde todo ha sido visto
y cuidan de los ladrillos como de gorriones
en esa ciudad como una carta de la familia
leída una y otra vez en un puerto,
en esa ciudad con su biblioteca de tejas
y sus calles recordadas por Johannes Vermeer
que dejó deudas al morir,
en esa ciudad al otro lado del océano
censada por los muertos
y donde no quedan habitaciones
porque la mirada de él las ocupa todas,
donde el cielo aguarda
las noticias de un pájaro
en esa ciudad que se vierte por los ojos
de los que partieron
allí
entre dos campanadas matutinas,
cuando se vende el pescado en la plaza
y en las paredes los mapas
muestran la profundidad del mar,
en esa ciudad
me estoy preparando para tu llegada.
Lo que más me reconcilia con mi propia muerte es la imagen de un lugar: un lugar en el que tus huesos y los míos sean sepultados, tirados, desenterrados juntos. Allí estarán desperdigados en confuso desorden. Una de tus costillas reposa contra mi cráneo. Un metacarpio de mi mano izquierda yace dentro de tu pelvis. (Como una flor, recostado mis costillas rotas, tu pecho.) Los cientos de huesos de nuestros pies, esparcidos contra la grava. No deja de ser extraño que esta imagen de nuestra proximidad, que no representa sino mero fosfato de calcio, me confiera un sentimiento de paz. Pero así es. Contigo puedo imaginar un lugar en donde ser fosfato de calcio es suficiente.
Ramtés : "La naturaleza [...] favorece más fácilmente un cambio de especie que un cambio de conciencia. Yo soy más racional que ustedes. Respondo racionalmente a los estímulos. Si alguien sufre, lo consuelo. Alguien me pide ayuda, se la doy. ¿Por qué entonces usted cree que estoy loco? Si alguien me mira, lo miro. Alguien me habla, lo escucho. Ustedes se han ido volviendo locos de a poco por no reconocer estos estímulos. Simplemente por haber ido ignorándolos. Alguien se muere, y ustedes lo dejan morir. Alguien pide ayuda, y ustedes miran para otro lado. Alguien tiene hambre y ustedes dilapidan lo que tienen. Alguien se muere de tristeza, y ustedes lo encierran para no verlo. Alguien que sistemáticamente adopta estas conductas, que camina entre las víctimas como si no estuvieran, podrá vestirse bien, podrá pagar sus impuestos, ir a misa, pero no me va a negar que esté enfermo. Su realidad es espantosa, doctor. ¿Por qué no dejan de una buena vez la hipocresía y buscan la locura de este lado, y se dejan de perseguir a los tristes, a los pobres de espíritu, a los que no compran porque no quieren, o porque no pueden, toda esta mierda que usted me vendería de muy buena gana? Si pudiera, claro..."
- What are you doing?
- I've been memorizing this room. In the future, in my memory, I shall live a great deal in this room.
Cuántas veces Dios se acordará
de aquel Silencio de antes,
de aquel silencio que hubo que ni Dios aguantaba,
-el silencio culpable de que estemos ahora-,
cuando perdió su calma y arañando la tierra cogió barro y nos hizo,
y se acabó el silencio
y empezó el alarido
sólo a veces variado por un piar muy leve
cuando amamos dormidos
Resulta imprescindible sobre todo
no establecer rutinas
que puedan revelarse dolorosas en ausencia,
usar el teléfono sólo a horas dispersas
tragar siempre las espinas y saltar.
Resulta recomendable además
recoger el propio olor antes de irse
pero nunca la mesa.
Resulta de otra parte muy nocivo
dejarse las entrañas,
confesar las heridas,
romperse en sangre.
Resulta imprescindibles sobre todo
quitar alambradas de los bordes:
cerrar el paso a la posibilidad
de no querer huir
"No bajarás dos veces
al mismo río; no se puede
navegar segunda
vez las mismas aguas"
No me hagas esto, Heráclito, no juegues.
Que dos cursos más tarde llega Nietzsche,
y eternos los retornos que nos cuente,
einmal ist keinmal dice
y no hay manera
Una vez es
ninguna vez, en esta tierra
Como tener de pronto nostalgia
de un momento
que no fue feliz nunca
o insistir
en que este barco navega.
Las tardes de pequeños
- pero llovía en el parque
y no había gente-
las noches repetidas,
soñarte y luego ver.
El amor y la infancia
y toda la fatiga
de fingir
que este dolor
es bello
L
"Cada vez que decido quedarme
ocurren
una tormenta un despropósito un olvido
un desamor; y vuelvo
a estar en los andenes de otra parte
con las maletas llenas
de ceniza"
Laura Casielles. Soldado que huye
Colección Hesperya de Poesía